Diario Médico
Según los datos que manejan los expertos, la prevalencia de la anorexia nerviosa en España se situaría en torno al 0,3%-0,9% y afectaría sobre todo a jóvenes de entre 15 y 25 años. La bulimia nerviosa, el otro gran trastorno de la conducta alimentaria (TCA), tendría por su parte una prevalencia de 0,8%-2,9% y un rango de edad (24-40 años) mayor. Según Mónica Muñoz, directora y psicóloga especializada en el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria de Ita Argentona, de Barcelona, estos datos se han mantenido estables durante las dos últimas décadas, aunque se ha producido un adelanto de la edad de debut en los mismos, afectando en cada vez mayor medida a niños y adolescentes.
Siendo trastornos provocados por causas multifactoriales, Muñoz matiza que, no obstante, las redes sociales y la obsesión permanente por las apariencias “serían factores socioculturales añadidos” que contribuyen al desarrollo y mantenimiento de estos trastornos, ya que pueden llevar a que el adolescente se compare con esos ideales que muestran las redes sociales. “Son ideales que distan de su realidad, y pueden contribuir por un lado a que se sienta insatisfecho con su imagen corporal y, por otro, a que su autoestima y autoconcepto sean negativos, factores directamente relacionados con la aparición de los TCA”, añade.
Mónica Muñoz: “La comunicación familiar previene muchos TCA. Lo que el adolescente no cuenta se lo traga en forma de comida”
Sobre todo, cuando ese impacto de las redes sociales se produce en la adolescencia, que como explica Eva de los Reyes, psicóloga de la Unidad de TCA del Hospital HLA Puerta del Sur, de Jerez (Cádiz), es una etapa de crisis vital en la que los jóvenes pasan de tener el referente de sus padres a buscar referentes y sentido de pertenencia en el grupo de iguales. “Desgraciadamente, en la adolescencia los valores que nos hacen querernos y que fortalecen nuestra autoestima pasan por la imagen física. Así que el cuerpo es la herramienta que tenemos cuando queremos ser aprobados por el grupo de iguales”, explica. Las inseguridades en torno a ese cuerpo, los miedos y las dificultades personales pueden llevar en esos casos al adolescente a una crisis que se expresará en forma de síntomas alimentarios. “A través del control de la comida y el cuerpo, el adolescente intentará compensar la falta de seguridad y control que siente sobre su vida”, argumenta Muñoz.
Prevenir y detectar los TCA
Como recuerdan las expertas, los trastornos de la conducta alimentaria son un problema mental, no un problema con la comida. Como afirma De los Reyes, eso explica en parte que sea “frecuente que muchas personas con TCA presenten otros trastornos mentales de base y asociados como depresión grave, trastornos límite de personalidad, trastornos obsesivo-compulsivos o trastornos de ansiedad”.
En todo caso, existan o no esos trastornos de base, una herramienta básica para luchar contra el desarrollo de TCA es la prevención, en la que las familias juegan un papel fundamental. En ese sentido, Muñoz destaca la importancia de conocer bien a los hijos, ayudarles a conocerse a ellos mismos y aceptarles tal y como son; de validar sus emociones y enseñarles a gestionarlas y expresarlas, de enseñarles a tolerar la frustración, de potenciar su autonomía y de educarles en la adquisición de buenos hábitos de vida. “Los padres tienen que ser muy conscientes de que son modelos para sus hijos en cómo se alimentan, cómo gestionan sus emociones, sus relaciones y, en general, sus vidas”, añade la directora de Ita Argentona, que también señala la necesidad de aprender a comunicarse con los hijos y de facilitar que ellos hagan lo propio con sus padres. “Siempre digo que una buena comunicación familiar puede prevenir muchos TCA, porque en muchos casos todo lo que los adolescentes no cuentan se lo tragan en forma de comida”, insiste por su parte De los Reyes.
Eva de los Reyes: “Controlando la comida el adolescente intenta compensar la falta de seguridad que siente sobre su vida”
En cuanto al diagnóstico, ambas expertas coinciden en que el papel del médico de atención primaria es clave para la detección de los TCA. De los Reyes agradece al respecto que los médicos de familia tengan cada vez “mayor conciencia” sobre los TCA, lo que en su opinión demuestra el hecho de que cada vez lleguen “más pacientes derivados de atención primaria”. Siendo consciente de que estos profesionales tienen poco tiempo para el diagnóstico, la experta del Puerta del Sur destaca la importancia de que éstos “indaguen más y estén alerta a determinadas señales” que pueden poner en la pista del diagnóstico de un trastorno de la conducta alimentaria.
Entre esas pistas, tanto para médicos como para familiares, Muñoz señala los cambios en el comportamiento alimentario (preocupación constante por la comida, inicio de dietas restrictivas, esconder comida o por el contrario comer a escondidas, vómitos autoprovocados, evitar comer en familia, o comportamientos alimentarios extraños -cortar trozos muy pequeños, comer por colores, etc.); los cambios en el peso (pérdida injustificada de peso, amenorrea, consumo de laxantes y/o diuréticos, práctica exagerada de ejercicio físico) y los cambios en el estado de ánimo, ya que los TCA están relacionados con un aumento de la irritabilidad, la aparición de sentimientos depresivos, el incremento de la ansiedad, el aislamiento social y las alteraciones en el rendimiento académico y/o social.
Abordaje multidisciplinar
Las dos expertas consultadas coinciden en resaltar el papel esencial que el abordaje multidisciplinar juega en el tratamiento de los TCA. Esos equipos multidisciplinares estarían compuestos por diferentes especialistas como psicólogos, psiquiatras, médicos y dietistas-nutricionistas, que abordan de forma coordinada el tratamiento de las diferentes áreas afectadas.
El tratamiento pasaría, por un lado, por un abordaje de la sintomatología alimentaria y sus consecuencias y complicaciones médico-nutricionales. “Hay que enseñar a comer a los pacientes con TCA, darles unas pautas de alimentación saludables pero sin focalizarnos en el peso”, explica De los Reyes. Por otro, está la terapia con el núcleo psicológico del problema, que trata los aspectos que han llevado al desarrollo de este trastorno mental.
Muñoz, por su parte, destaca la necesidad de que el tratamiento incluya también el trabajo con la familia del paciente y con el resto de sistemas a los que pertenece (escuela, amigos, trabajo, etc.), ya que en muchos casos se hayan perdidos, sin saber qué hacer o cómo actuar.
Para De los Reyes, cuando los TCA no tienen asociado otro trastorno mental de base, “resulta más fácil trabajar y los resultados son visibles más rápidamente”. Los casos en los que sí existe ese trastorno mental asociado, por su parte, son “más resistentes, porque aunque soluciones el TCA queda el trastorno de base, que en muchos casos puede mantenerse durante toda la vida”.
En todo caso, concluye Muñoz, la eficacia de este tratamiento multidisciplinar de los TCA está avalada por la experiencia.