El director de los servicios psiquiátricos del Centro Médico de la Universidad de Maastricht Jim van Os, uno de los psiquiatras más citados del mundo y miembro de la Real Academia Holandesa de la Ciencia, lleva varios años promoviendo desde los Países Bajos una reforma gradual de los sistemas de salud mental a través de diversos proyectos piloto en los que intenta renovar el tratamiento de la psicosis y de la depresión a partir de un enfoque centrado en el paciente.
Una perspectiva que cuestiona el tradicional enfoque biológico que, desde su perspectiva, crea etiquetas estigmatizadoras y se olvida de enseñar al usuario a reinventar su vida y aprender a convivir con su situación. El fin último ya no es suprimir síntomas sino mejorar la resiliencia del paciente.
Según sus estimaciones, entre el 3 y el 4 por ciento de la población es vulnerable a padecer psicosis. De ese porcentaje, solo una cuarta parte padece esquizofrenia, una forma de psicosis con «un pronóstico relativamente desfavorable» que, con la ayuda adecuada, «se puede aprender a adaptarse a esta vulnerabilidad y tener una vida adaptada».
Ha añadido que la esquizofrenia no es una buena manera para entender la psicosis, «porque la esquizofrenia es solo una pequeña parte del síndrome de psicosis con pronóstico desfavorable». De ahí su defensa de un cambio de la nomenclatura actual para usar una terminología «más amable» con el paciente.
Su editorial publicado en el ‘British Medical Journal‘ bajo el título “La esquizofrenia no existe” causó una gran polémica en el mundo de la psiquiatría. El holandés, que formó parte del grupo que evaluó la sección dedicada a la psicosis del manual psiquiátrico DSM-5 y es editor académico de PLOS ONE, es un firme defensor de una visión positiva de la psicosis, y bajo este enfoque son ya más de 10 los experimentos piloto realizados desde la Unidad de Psiquiatría del Centro Médico de la Universidad de Maastricht para verificar sus ventajas.
Siguiendo los pasos de países como Japón y Corea del Sur, el objetivo es eliminar las connotaciones negativas relacionadas con el término, descrito a menudo como “una enfermedad cerebral crónica y sin solución”.
Su postura e investigaciones han conseguido que en el CIE-11, publicado el pasado junio, revise el capítulo dedicado a Capítulo sobre Trastornos Mentales y Conductuales, proponiendo una nueva forma de categorizar a los pacientes con síntomas psicóticos.