- El hospital de Inca es pionero en la atención de enfermos agudos con su modelo de puertas abiertas casi todo el día
- Los resultados: menos fugas y ansiedad en los pacientes
Tres puertas forman los pasillos de la unidad de Psiquiatría del hospital comarcal de Inca y ninguna tiene el cerrojo echado. Una da a un balcón donde los enfermos juegan al ping pong, la otra conecta con el Hospital de Día, y la tercera está al fondo del pasillo largo, siempre abierta. Nada recuerda a los claustrofóbicos manicomios. Aquí los enfermos mentales, todos ellos graves o descompensados, pasean libremente por los corredores, salen a jugar a la terraza y se visten de paisano para salir a la calle una o dos veces al día.
Desde que se puso en marcha la iniciativa Open Doors (Puertas abiertas) en el centro comarcal hay menos fugas y la ansiedad de los pacientes ha disminuido sustancialmente. «Ya no tienen esa presión por escapar porque ven las puertas abiertas», explica Carles Recasens, jefe del Servicio de Psiquiatría de Hospital de Inca.
Puertas abiertas es una iniciativa pionera en España que se puso en marcha a finales de 2014 en este pequeño hospital, pensando en destigmatizar a este tipo de pacientes. Un simple empujón a la puerta con el que se pretendía normalizar las enfermedades mentales y eliminar el temido «estigma» que sufren las personas que las padecen. Un intento de proporcionarles en el ámbito hospitalario condiciones similares a las de los otros pacientes que ha acabado revolucionando la atención psiquiátrica.
Ahora este modelo asistencial es un referente para el resto de Unidades de Psiquiatría de España y sus profesionales son el espejo donde se miran otros colegas para probar con este proyecto en sus respectivos hospitales.
Este joven equipo compuesto por una treintena de profesionales, cuya media de edad ronda los 38 años, apostó por una asistencia comunitaria y no manicomial. Tomaron medidas preventivas y empezaron a iniciar la apertura de puertas de forma progresiva. «Después de un tiempo en marcha hemos roto tabúes y demostrado que no es necesario estar encerrado bajo llave», subraya el experto.
El cerrojo se abrió primero dos horas, luego cuatro, más tarde seis y luego los fines de semana hasta llegar al actual horario de 9 a 22 horas. Ahora, la enfermera sólo echa la llave por las noches por seguridad exterior, aunque el reto siguiente, avanza Recasans, es lograr una apertura las 24 horas. «Siempre estamos replanteándonos nuestro modelo, ver cómo podemos mejorarlo, y abrir por las noches es nuestro siguiente paso», dice
Lo que sí descarta es la libre circulación por todo el hospital. Para eso ya hay «salidas terapéuticas» dos veces al día. Agradables escapadas donde los pacientes se visten con ropa de calle y salen al exterior a experimentar un ambiente normalizado.
Pero aunque ahora parece razonable derribar puertas, abrirlas sonaba de locos hace sólo unos años. Incluso los profesionales sanitarios del propio hospital comarcal ponían pegas al principio, reconoce el jefe de servicio de Psiquiatría. «Se van a escapar», advertían los más escépticos, que veían a los enfermos mentales con un estigma típico de pacientes peligrosos que aún no se ha logrado quitar en la sociedad.
¿Cómo derribar ese mito y miedo a partes iguales? Con bibliografía. El joven equipo de la Unidad buscó estudios de otros países como Alemania o Reino Unido donde ya se aplicaba esta idea y, luego, se formó para llevarla a cabo, a través de protocolos de fuga o conducta suicida. Desde el primer momento, apostaron por un control más visual y estrecho del paciente, abrieron las puertas y «nadie se ha ido», celebra el doctor. Y si hay riesgo de fuga se mantiene al paciente en su habitación «pero no aislamos al resto».
Nadie quiere estar en un hospital sino en su casa, por eso al menos hay que hacerles la estancia más agradable, insiste. No toparse con un muro al final del pasillo ha sido determinante para que el paciente perciba un entorno menos hostil. La puerta cerrada le creaba un clima de tensión y sensación desagradables. En cambio, la puerta abierta le quita las ganas de escapar y se crea una alianza entre psiquiatra y paciente.
El resultado no ha podido ser más positivo. Los propios pacientes afirman que este nuevo modelo les influye favorablemente sobre la ansiedad, el comportamiento, el estado de ánimo y sobre la decisión de ingresar en la unidad voluntariamente. Al mismo tiempo, los profesionales del Servicio consideran que esta iniciativa favorece el ingreso de este tipo de pacientes y mejora su estancia hospitalaria.
El éxito es doble teniendo en cuenta que las herramientas en psiquiatría son más limitadas, lamenta Recasens. Es el patito feo, mientras la ciencia avanza con rapidez en otros campos de la medicina. «Nosotros manejamos muy poca tecnología por eso nos centramos en cómo mejorar la atención al paciente». Su conclusión es que al final la llave de todo puede estar en no echar la llave.